10 junio 2024 / por Newfield Consulting
Introducción por Alicia Pizarro.
Expandir el corazón es uno de los trabajos constantes que un coach hace para que diferentes tipos de seres humanos quepan en él. Amar la diversidad es uno los pilares de nuestro desempeño, y no se logra fácil ni rápido.
Implica reflexión sobre cada práctica, aplicando el enfoque múltiple, es decir escuchando las voces de colegas que ayudan a profundizar. Es paradójico, en un corazón finito caben infinitas personas con sus variaciones. Aprender a vincularse afectivamente con ellas, es parte de la plataforma ética del coach ontológico.
Sin embargo, el tiempo se hace poco. Las urgencias del vivir nos consumen, y se postergan las oportunidades para reflexionar. Por eso desde Eureka, el espacio de aprendizaje permanente para los egresados de la ECORE, quisimos crear una experiencia “liviana” de investigación y reflexión sobre el Coaching Ontológico ¿Por qué liviana? Porque no consume demasiado tiempo, ni requiere condiciones especiales para participar.
Constituimos equipos que solo se reúnen dos veces y producen un texto escrito, con aportes no mayores de trescientas palabras, que sirve para difundir las reflexiones generadas. Es una instancia efímera, acotada, de coaches variados, que se unen con el solo propósito de aprender y de generar conocimiento para una comunidad que crece cada día más.
Hacer coaching ontológico conlleva descubrir que nunca somos suficientes para el trabajo intenso de acompañar a otro ser humano en su propio devenir. Por ello, como organización formadora creamos estas oportunidades de crecimiento, sostenibles y aportadoras. El contenido producido por estos equipos será publicado progresivamente a través de Eureka, y con ello esperamos no solo difundir sino estimular a una actividad de reflexión que nos permita mejorar en todos los sentidos.
Durante este último año nos vimos desafiadas con el dilema de hacer coaching en digital. Acompañar a otros en un proceso de transformación del que antes hacíamos presencial, nos llenó de dudas e inseguridades con las que nos tuvimos que enfrentar cuestionando los Límites y Posibilidades del Coaching Digital, v/s el Presencial.
El remezón fue fuerte, la pandemia nos cayó inesperadamente y los coaches, tuvimos que adaptarnos rápido, sin tiempo para resistencias. Estamos viviendo en tiempos convulsionados y quizás esta generación, no había tenido tan profundos y masivos procesos de cambio, probablemente desde la II Guerra Mundial, y aún entonces, el efecto no fue tan globalizado como la pandemia. No podemos pensar que después de algo así todo va a volver a la normalidad. La verdad es que no va a ser igual, ni por el contexto, ni por nosotros mismos.
Ante el dilema, la primera emoción que sentimos fue el miedo, acompañado de varias preguntas y, escuchandolas, nos hicieron recordar una frase que dice: “Un valiente, es una persona que con mucho miedo, se lanza igual” y, sin duda, como coaches, sabemos que las emociones tiñen a nuestro observador, por lo que al escribir esta frase, nos dimos cuenta que los Límites y Posibilidades, nos los pusimos nosotras mismas cuando elegimos el tema.
¡Pero ya va!, vamos a escuchar un poco ese miedo y dejar aparecer las posibilidades ante una sesión de coaching digital.
A partir de eso, consideramos que una de las principales ventajas de la digitalidad, es que la distancia no es un impedimento para generar una sesión de coaching. Hoy la tecnología une y facilita el acercamiento y permite que personas que antes no tenían el tiempo o cercanía para acceder a estos encuentros, puedan concretarlos. Es por eso que visualizamos dos aspectos a considerar. Ellos son: aspectos técnicos para anticiparnos a obtener un buen resultado de la interacción, así como también, fortalecer o desarrollar competencias conversacionales como coaches ontológicos que somos:
Aspectos técnicos y de anticipación:
Competencias conversacionales del coach:
En síntesis, visualizamos que estos dos momentos de relevancia que abordan: preparaciones prácticas, así como también el agudo entrenamiento de destrezas en competencias conversacionales Sin embargo, tal vez sólo la práctica nos ayudará a lograr mejores resultados.
A continuación, con nuestra mirada, te invitamos a profundizar en la importancia del cuerpo en la digitalidad.
Uno de mis principales miedos al enfrentarme al coaching digital fue la conexión con la corporalidad y su lectura, me refiero a poder tener presente el cuerpo durante toda la sesión, no a la intervención o ejercicios indagativos. Entendí un poco tarde, que esto se debía a que, como coach, ya traía mi propia estructura aprendida y un tanto lineal que entre muchas otras cosas me decía que era preciso tener al coachee presencialmente para poder lograrlo.
Solía traer estas dudas a mi conversación privada:
Un primer intento para tratar de observar el cuerpo durante todo el coaching fue, pedirle al coachee que se alejara un poco para poder tener a cuadro todo su cuerpo y entonces hacer el coaching desde allí, sin embargo, esto incrementó mi incertidumbre y él lo notó, pues al perder su rostro en la distancia perdí también su estructura de coherencia, por lo tanto, me perdí de todo.
Me propuse soltar eso y poco después todo empezó a suceder, podía fluir con el panorama completo, (lenguaje, emoción y corporalidad) sin tener el cuerpo del coachee a cuadro, podía conectar con éste a través de su mirada, gestos, estructura y de la escucha sublime.
Esto sucede porque, como seres humanos, en nuestra neuroanatomía tenemos la maravillosa capacidad de integrar información para completar el total de un cuadro, es como si fuésemos pintando un paisaje por partes hasta que queda completo, esto pasa con nuestro cerebro; conjunta información, la interconecta y nos da un panorama completo, por lo tanto, es absolutamente posible que podamos conectar con el cuerpo del coachee a través de la digitalidad.
Te invito a soltar la estructura para pasar de lo lineal a un ejercicio más libre del Coaching ontológico…
Tenemos un cerebro que evoluciona progresivamente de una mirada lineal a una mirada sistémica. La linealidad nos da la seguridad de lo previsible, nos tranquiliza el alma, nos permite vislumbrar un futuro por el que queremos vivir. El percibir sistemas produce una inquietante sensación de incertidumbre, nos cuesta comprender su complejidad y el futuro deviene inimaginable.
El aprendizaje del coaching ontológico usamos la linealidad como recurso didáctico para ayudar en el avance de los futuros coaches. Este recurso tiene una sombra: genera el hábito de lo simple y dificulta el salto a lo complejo. Los nuevos coaches se aferran a una estructura, sin aceptar la multiplicidad de caminos que la interacción ofrece. Como consecuencia el coaching se empobrece, se tecnifica, y pierde profundidad ontológica.
¿Qué palancas de cambio ayudan en esta transición de lo simple a lo complejo? Un primer punto de inflexión lo aporta el contacto consigo mismo en el coach. Olvidar la técnica, darla por aprendida, y hacerse la pregunta ¿Qué estoy haciendo? Y desde allí recuperar el camino auténtico que conduce a la vida del otro ser humano con el que estamos interactuando. Implica parar la deriva de la conversación, tomar un poco de distancia y escuchar las íntimas señales que nos alertan de lo falso, del tecnicismo falso que distrae tanto al coachee como al mismo coach.
Esta disposición al contacto con lo auténtico lleva consigo un sacrificio: se resta brillo exterior, por calidad interior. Lo sienten ambos, tal vez no es visible desde afuera. Se traduce en un cambio de nivel en el coaching, desde lo cotidiano, a lo genérico y finalmente a lo existencial. A mi juicio, es lo que da sentido a la disciplina del Coaching Ontológico.
¿Una vez que damos el salto a lo profundo, cómo logramos llevarnos el aprendizaje?
Hablemos de intervención…
Mi experiencia me lleva a pensar que la intervención es algo que se da por instinto. Ante esta afirmación surgen cada vez más inquietudes y me atrae la idea desafiante de explorar este territorio.
Si bien la intervención es un momento clave en la sesión de coaching ontológico, concuerdo en que puede traer consigo algo de tensión, inquietud, o incertidumbre al coach.
Para mí es un momento de gozo en el que se hace determinante estar con el otro, ser guía y acompañar su desenvolvimiento por algunos minutos. Ese momento al que me enfrento alegre, curiosa y con el desafío de que se constituya para el coachee en un espacio que lo ayude en su reflexión durante el coaching, y, además, le sea significativo días posteriores, conduciéndolo a un aprendizaje transformacional.
Inicio la intervención desde el asombro, permitiéndome no saber qué ocurrirá, dejando fluir el cuerpo, las emociones y las palabras en el presente. Disfruto, fluye natural, y me reencuentro con mi planteamiento inicial: “la intervención se da por instinto”, ahora pensando que no es del todo certero.
El instinto puede guiar nuestro comportamiento dada nuestra naturaleza humana, aunque también, podría ser resultado de conductas aprendidas. Sigo en mi defensa de que juega un papel relevante frente a la intervención; sin embargo, he profundizado en mi análisis sobre cómo he aprendido a intervenir desde otros espacios.
En verdad ha sido un aprendizaje de ensayo y error en el que no siempre hay eficacia. Un aprendizaje que se incorpora en el cuerpo, y desde el cual puedes ser más intuitivo y fluir más fácilmente.
Las competencias para la intervención hacen parte de un aprendizaje transversal que adquieres en la formación; y entonces, mi conclusión es que si se puede enseñar a intervenir y es posible desarrollar metodologías específicas para que un coach pueda prepararse y perfeccionar sus competencias en este momento del coaching ontológico.
Motivada por continuar con esta conversación, te invito a conocer una mirada del Coaching desde la perspectiva de género.
¿Será que en un quiebre relacionado con el dominio de la pareja, un coach realiza su labor de forma diferente ante un coachee femenino, que ante uno masculino? Y más aún, si este último ¿podría sentirse inseguro para presentar sus necesidades reales, sabiendo que estas pueden ir en contra de las expectativas sociales o culturales que se le han asignado por ser varón? En el fondo, la reflexión a la que invito a través de estas líneas es hacia la objetividad y la equidad que ofrecemos los coaches en esta ocasión, particularmente al género masculino, en temas en los que históricamente no se les ha dado acogida natural.
Una pregunta profunda, a partir de la cuál puede abrirse un sinfín de combinaciones, incorporando el género del coach, la cultura del país, edad, etcétera. Para que en algún momento algún varón pueda sentirse tan desvalorizado, menospreciado y hasta discriminado en un proceso de coaching por su género, como lo puede experimentar una mujer.
Me atreví a lanzar esta pregunta en grupos de amigos varones, y en grupos de amigas mujeres. Y me sorprendió la cantidad de personas de ambos géneros, que reconocen que esta falta de validación a un hombre puede ocurrir en virtud de los roles que socialmente hemos asignado a cada género.
Esta es una invitación para incorporar el tema de equidad, en la constante búsqueda de enriquecer el coaching ontológico como disciplina ética.
Y he sugerido el tema de pareja ya que, en muchas culturas sobre todo latinas, socialmente podría asumirse que está mucho más permitido a una persona de género femenino expresar sus necesidades en este tema. En muchos casos a los varones se les asignaron ciertos roles desde la infancia, y esto podría sin duda poner en riesgo la objetividad del coach ontológico.
Adentrémonos entonces en la pareja como tal, ¿cómo abordar el tema de pareja en un Coaching ontológico?
¿Quiero o no quiero tener pareja? ¿Cuál pareja?
Al trabajar sobre la pareja indagamos sobre la relación con la pareja actual del coachee o con las anteriores parejas. Una posibilidad para abordar el tema de la pareja es partir por uno, o por el coachee.
Personalmente, ésta es la reflexión que me llevó a definir quién quiero ser y qué espacio quiero en mi relación de pareja.
Siempre había analizado y evaluado a mi pareja, sin preguntarme quién quiero ser yo, cómo me quiero y cuido a mí misma, quién y cómo quiero ser en pareja, cuáles son mis cualidades que pongo al servicio de la pareja, cuál es el espacio que quiero vivir en mi pareja.
En el coaching que acompañamos, en un momento se mencionan dos imágenes:
Si hacemos un zoom podría ser un recorrido en la siguiente línea:
Y tú, ¿cuán satisfecho estás con la persona que eres en tu relación de pareja?
Después de reflexionar sobre cómo nos definimos en relación a nuestra pareja, te invitamos a observar cómo te defines en función del lugar de donde vienes.
Un coachee llega a nosotros con doctrinas culturales o familiares aprendidas, que hoy no le están dejando ser quien quiere ser, pero que tiene miedo de soltar porque siente que podría perder su “identidad”, alejarse de “su gente”, de lo que le hace sentir que pertenece.
Siento que es un tema recurrente, sobre todo entre nosotros, los inmigrantes, el asociar quienes somos a de dónde venimos. Seguramente influye, yo no sería quien soy si no hubiera crecido en Cuba. El pertenecer a cierto lugar, tal vez dice cosas de nosotros que otros asumen, tal vez nos da cierto orden y nos regala la seguridad de lo conocido.
¿Pero qué pasa cuando no encajamos en el estereotipo? ¿O cuando lo aprendido, hoy no funciona? En lo personal nunca me sentí “tan” cubana, ciertamente no me veo ni me escucho como cubana, pero siempre siento importante decir que nací en Cuba, tal vez para recordármelo, tal vez por miedo a perderme. Con este miedo en el pecho le pregunté a Rafael Echeverría: “siendo que la Ontología del lenguaje no habla de esencia, ¿cómo puedo hacer para no perderme en la transformación?” Su respuesta, a mis oídos, fue que en la Ontología del Lenguaje no hablamos de esencia porque no reconocemos una parte estática en nosotros. Podemos cambiar lo que necesitemos cambiar y mantener lo que deseemos mantener.
A veces para trascender debemos soltar, matar partes de lo que hemos sido para renacer en lo que queremos ser. Se me ocurre que un camino interesante podría ser trabajar la tierra del coachee. La tierra no está afuera en unas coordenadas en el mapa, tu tierra está en ti. Conectar con ella podría hacer que el coachee conecte consigo mismo.
Y estará en él decidir qué destruir, qué mantener y qué construir sobre ese pedazo de tierra.
¿Y si pudiéramos facilitar esa construcción de identidad también en personas en situación de vulnerabilidad? Demos una mirada más profunda…
Mientras recorría el camino que me llevaría a convertirme en coach senior, me preguntaba recurrentemente cuál sería el aporte, a partir de lo que aprendía, que podría hacer a poblaciones menos favorecidas. Algunos de los interrogantes que me surgían eran: ¿cómo sacar el coaching ontológico a la calle? ¿Qué ocurriría si pusiera al servicio de personas en condiciones de vulnerabilidad las conversaciones de coaching ontológico? ¿Sería el CO una herramienta de transformación de valor en poblaciones vulnerables? ¿Posibilitaría el CO el desarrollo de competencias que mejoraran los resultados de vida en estos sectores? ¿encontraría coachees con disposición, tiempo y voluntad para aventurarse a probar?
El coachee que se dispuso a acompañarme en esta aventura fue un hombre de 26 años, desempleado, había padecido durante su niñez violencia intrafamiliar y tenía, a mi juicio, un enorme corazón.
Entré a la conversación con curiosidad, humildad y mucho respeto, indagando en su quiebre: “soy una persona indecisa…estoy entre la espada y la pared…tengo la sensación de estar atrapado”.
¿Sus grandes hallazgos en la conversación?:
que ha pertenecido.
transitando de la indefensión al auto-amparo.
amoroso, más tranquilo, más confiado en lo que hago, en lo que voy a hacer”.
Luego de reflexionar acerca de esta conversación, concluyo que mi coachee, con sus hallazgos, dio respuestas a las preguntas que antes me había planteado.
La invitación que te hago es a acompañarme a encontrar nuevas formas (tu propia forma) de poner el coaching ontológico al servicio de otros.
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