La Amabilidad: El Eslabón Invisible del Liderazgo y la Conexión Organizacional
Por Edda Caputto, 2025
Esta mañana, en la silenciosa cadencia de mi caminata temprana, volví a ofrecer un simple “buenos días.” Un acto que nace sin expectativas, un puente tendido hacia el otro, cuya respuesta es un mero eco, a veces ausente. Y sin embargo, no dejo de detenerme en la estela de quienes, al recibirlo, continúan su marcha como si el sonido se hubiese disuelto en el aire. Es allí, en ese gesto mínimo no correspondido, donde la reflexión se abre paso: ¿qué lugar hemos reservado para la amabilidad en el vasto tablero de la vida corporativa, el liderazgo y la conexión humana?
El saludo, despojado de su rol de mera cortesía, es desde la ontología del lenguaje un acto profundamente declarativo. Es un deseo explícito de bien, una apertura que invita al encuentro. Cuando esa invitación no halla respuesta, emerge la sombra: la conversación interna que cuestiona, la expectativa que se repliega. Es en este umbral donde la amabilidad se revela no como un gesto de buenas maneras, sino como una disposición existencial.
La Competencia Conversacional Silenciosa
Al trasladar esta lente al ámbito de nuestras conversaciones con gerentes generales y directores de altas organizaciones, se hace evidente una brecha. La posible dificultad para conectar de manera auténtica, para generar un entorno de confianza y vulnerabilidad, a menudo se relaciona con la ausencia de esa competencia sutil y silenciosa: la amabilidad.
No la encontraremos en las métricas de productividad ni en las evaluaciones de desempeño; su valor reside en la calidad de los vínculos que teje. Ser amable es dar lugar al otro sin amenaza. Es construir un espacio de reconocimiento donde el encuentro genuino se hace posible, transformando la frialdad de una sala de reuniones desconocida en un ambiente de acogida con una simple sonrisa o una palabra oportuna. ¿Acaso no es ese un profundo alivio, una mano invisible que nos acoge en la incertidumbre?
Lo contrario podría manifestarse en la figura del líder impositivo, agresivo, o el que se parapeta tras una coraza de excesiva seguridad. Desde una mirada más profunda, esto tal vez, no es una fortaleza, sino defensa. Una posible máscara que oculta la legítima necesidad de apoyo y aceptación, erigida en culturas que confunden la dureza con el poder. El costo de esta estrategia se podría acercar al aislamiento: un líder solo, un equipo que confunde el respeto con el miedo, un sistema que privilegia la auto-conservación por sobre la colaboración.
La Amabilidad como Motor de Resultados
En la lógica organizacional, la amabilidad ha sido históricamente invisibilizada, opacada por la competencia y sistemas de evaluación que, al promover el individualismo, contradicen el espíritu de un verdadero trabajo en equipo. Y sin embargo, la clave del desempeño colectivo reside precisamente allí: en esa fuerza no cuantificable que se traduce en respeto, motivación y la confianza necesaria para compartir dudas y vulnerabilidades sin temor al juicio.
Un equipo de personas altamente competentes pero aisladas, agresivas entre sí, no alcanzará la potencia de un colectivo donde, quizás con menor brillo técnico individual, sus integrantes saben ser amables, saben escuchar, sostener y empujar juntos. La amabilidad, lejos de ser un adorno, es un valor que nos habilita en nuestro «ser humano» y en nuestra capacidad de acción colectiva.
El Desafío del Liderazgo Conversacional
El desafío que se alza ante la alta dirección no es competir por demostrar más fortaleza a través de la dureza, sino atreverse a cultivar la fuerza invisible que abre puertas, sostiene vínculos y hace posible lo colectivo. Este proceso, que implica un desarrollo profundo de las competencias conversacionales, es el que permite pasar de la reactividad a la reflexión, del juicio al entendimiento, y del aislamiento a la conexión productiva.
Es desde este entendimiento que el liderazgo se transforma en un arte de la conversación, donde el simple “buenos días” puede ser el primer acto de una gestión que siembra un camino de conexión, confianza y posibilidades.
En Newfield Consulting, hemos acompañado a más de 500 empresas en la intervención de sus procesos conversacionales y el desarrollo de sus líderes, validando en la práctica que la calidad de las conversaciones es el reflejo directo de la calidad de sus resultados. La amabilidad, como disposición conversacional, es la base silenciosa que permite a los líderes y equipos alcanzar su máximo potencial.