28 noviembre 2016 / por Orliana
Martes, 15 de noviembre de 2016
Por Antonia Domeyko V. Ilustración: Francisco Javier Olea.
Crónica
El Mercurio (ver noticia)
Es un nuevo fenómeno: jóvenes de entre 20 y 30 años prefieren hacerse un coaching que ir al psicólogo. Dicen que es rápido y los resultados les parecen más efectivos para enfrentar sus vidas universitarias, laborales y personales. Y no solo quieren «coacharse»:también algunos están dispuestos a transformarse en coach.
Javiera Barraza, 20 años, estudiante de segundo año de College en la UC, decidió hacerse coaching porque se sentía insegura. Sentía impotencia. A la hora de entregar sus trabajos en la universidad llegaba con una sensación de insatisfacción, como si lo que hiciera estuviera mal. A pesar de que le iba bien, no lograba sentirse tranquila con sus trabajos y, por lo mismo, le costaba mucho presentarlos delante del curso con seguridad.
Javiera ya había intentado enfrentar su problema con un psicólogo. Asistió a un par de sesiones, pero cuando salía de la terapia no lograba sentirse mejor. Por eso decidió probar con el coaching.
Así comenzó con una sesión cada dos semanas con Verónica Edwards, filósofa de profesión y coach ontológico de Newfield Consulting hace seis años. Javiera le hablaba de lo que le ocurría. Su coach preguntaba para guiar la conversación. También hacían ejercicios o intervenciones.
-Me pedía que imaginara que la persona que me hacía sentir insegura estaba al frente mío y tenía que hablarle.
Luego de cada sesión, la coach le asignaba «tareas», como levantar la mano para hablar en clases cada vez que se le ocurriera decir algo, no guardárselo, o preocuparse de caminar siempre derecha.
-Es una herramienta mucho más rápida que ir al psicólogo. Por ejemplo, esto fue hace como dos meses, y ahora pasamos de vernos cada dos semanas a una vez al mes -dice Javiera Barraza.
Aunque su motivación principal para hacerse coaching fue la inseguridad, entre sesión y sesión llegó a la raíz del problema: la relación con su padre, un tema que también trabajó.
-Cada vez que salía de una sesión me sentía mejor, como que había logrado algo, que ya no estaba en lo mismo. Creo que avancé.
Busca de identidad
A grandes rasgos, el coaching es un método de conversación e intervención que acompaña e instruye a personas o grupos para que puedan cumplir metas o desarrollar ciertas habilidades. Busca potenciar lo que llaman un aprendizaje transformacional. Llegó a Chile a principios de los 90 y partió como una práctica entre empresas, profesionales y también personas privadas. Pero, desde hace un par de años, un nuevo grupo de personas ha comenzado a interesarse en este método: los jóvenes de entre 20 y 30 años. Ellos también quieren ser «coacheados» en temas personales.
-Definitivamente, atender a jóvenes es un fenómeno de ahora -dice Gloria Esbry, coach ontológico senior de Newfield Consulting, una de las escuelas más importantes en Chile y el extranjero. Ella es parvularia de profesión, y hace más una década se formó en este método, pero dice que recién hace dos años tuvo al primer «coachee» -persona que recibe coaching- veinteañero. Pasó de no haber atendido a ninguno de esa edad a tener seis.
Paloma Sepúlveda (28) decidió probarlo el año pasado. Ella es de Quillota, es ingeniería civil industrial y se vino a Santiago para trabajar a una empresa de retail, pero por alguna razón estaba insatisfecha: sentía que no tenía un objetivo claro en su vida, que estaba haciendo las cosas por hacerlas, pero sentía también después de haber hecho «todo bien» mucho miedo a fracasar. Había ido antes a un psicólogo, pero no era lo que ella estaba buscando.
-Ir al psicólogo para mí es como lo mismo de siempre: tú le cuentas un problema y te ayuda a resolver eso en específico. Yo sabía que el coaching era diferente, que te servía para la vida. Por eso fui, y efectivamente fue así.
Asistió a sesiones durante dos meses, primero una vez a la semana y después cada dos, y ahí empezó a hablar de lo que le pasaba, y a enfrentarlo.
-Yo era demasiado estructurada y autoexigente. En el coaching aprendí a bajar un poco las exigencias, a darme permiso para equivocarme, no tenerle tanto miedo a fracasar. Entender que fracasar no es fracasar -dice Paloma, quien después de las sesiones empezó a aplicar lo que había aprendido en su vida real y decidió cambiarse de trabajo.
La atendió Catalina Villamán, de Newfield Network, quien explica que el tema de la insatisfacción es recurrente entre las personas que recibe.
-Sienten insatisfacción con sus vidas, consigo mismos, no sentirse a gusto, ya sea en el trabajo, relación de pareja, o porque no tienen pareja, porque se sienten solos, insuficientes, etc. Algunos sienten que tienen «todo» para ser felices y no lo son, sienten que algo les falta y eso muchas veces es falta de conexión con ellos mismos, y es ahí donde se hace necesario un viaje hacia adentro, más que buscar todo afuera -explica Catalina Villamán.
En el caso de Javiera Barraza, cuando fue a su primera sesión de coaching para superar su problema de inseguridad en la universidad, nunca pensó que terminaría también trabajando conflictos con su padre.
-Entendí que quizás de ahí, de los temas con mi papá, venía harto de lo que me pasaba. Quizás no la inseguridad, pero sí sentir que lo que hacía no era suficiente, y la autoexigencia que siempre me ponía. Eso es lo bueno, conversando se va llegando a la raíz de lo que a uno le pasa -dice Javiera.
Cuenta que cuando llegaron al tema de su padre, ella, con la guía de su coach, Verónica Edwards, decidió que iba a imaginar temporalmente un «muro» para los comentarios que venían de su padre, para concentrarse en lo que ella pensaba de sí misma. Luego, cuando ya había tenido su espacio, llegó el momento de hablar.
-Ahí conversé con mi papá y le expliqué que sus comentarios, o que me exigiera tanto, no me gustaban, me daba pena. Después de esas conversaciones nos llevamos mucho mejor -agrega.
Miedo y definiciones
Verónica Edwards ha recibido a varios jóvenes, y dice que le ha tocado ver en ellos mucho miedo a enfrentar situaciones.
-A los juicios de un adulto, a no saber quiénes son, a fracasar. Quieren que les vaya bien, ser el hijo o la hija que creen que los padres quieren que sea. El tema es construir su propio punto de vista, su identidad, y eso muchas veces no tiene nada que ver con que los papás sean así o asá -dice Verónica.
Explica también que, generalmente, esta inquietud viene porque los jóvenes están en un proceso de definir quiénes son y diferenciarse definitivamente de los padres. Verónica los acompaña para que vean qué conversaciones les hace falta hacer para resolver el problema que están teniendo con su padre o su madre. Y luego los ayuda a diseñar la conversación.
-Las conversaciones se diseñan para que sean fructíferas. Trabajamos siempre con tres dominios de la persona: el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad. Cómo pararse, por ejemplo, cuál es el cuerpo de «estoy abierto a conversar contigo». Entonces, él o ella practica ese cuerpo en la sesión de coaching. Cuál es la emoción que requiero para que esta conversación sea fructífera: la rabia, el reclamo, la compasión, etc.
Otro tema que le toca ver bastante con los jóvenes es disolver los juicios que ellos tienen sobre sí mismos, o los diagnósticos previos que traen de terapias anteriores, a partir de los cuales se autodefinen.
-Muchas veces dicen «yo soy tímida, entonces no voy a salir a buscar pareja». En el proceso de coaching acompañas a esa persona para que disuelva ese juicio que tiene de que es tímida, si es que es un juicio infundado. Si es un juicio fundado, la guías para que adquiera la competencia para salir de la timidez -agrega Verónica Edwards.
De pacientes a orientadores
Gloria Esbry también es supervisora de formación en la escuela de coaching de Newfield Consulting, fundada por Rafael Echeverría, de la que se gradúan casi 140 alumnos después de un curso de 10 meses de preparación. Su directora comercial, Paz Marticorena, explica que además de estos jóvenes que quieren «coachearse» también ha aparecido otro grupo: jóvenes veinteañeros interesados en formarse en este método. En las generaciones de los dos últimos años se han graduado 41 alumnos sub 30 años.
Esta misma situación se replica en el centro de formación Newfield Network, otra escuela de formación de coaching de importancia a nivel mundial, fundada por Julio Olalla. Aquí se gradúan anualmente después de nueve meses de formación cerca de 200 coaches al año. Hace cinco años todos los alumnos tenían sobre 38 años, en cambio el año pasado el 8 por ciento fue sub 30, y para el 2017 ya son el 17 por ciento del total de los alumnos.
Catalina Villamán tiene 31 años, es psicóloga de profesión y se formó como coach en Newfield Network. Llegó hace un par de años por una necesidad personal. Trabajaba haciendo psicoterapia, clases en una universidad y como freelance en una empresa. Estaba también en un proceso de búsqueda personal.
-Algo me faltaba, algo buscaba y finalmente era a mí misma. Entonces, supe del programa de Newfield Network que dura 9 meses -dice Catalina, quien conoció el método en una de las empresas en que trabajaba.
-La primera parte el coaching se centra en ti. En la segunda parte del curso, lo pones al servicio con otros. Eso ya me gustó y me parecía lo más coherente: si el día de mañana yo iba hacer esto, primero tenía que pasar yo -cuenta Catalina.
En ambas escuelas, tanto en Newfield Network como en Newfield Consulting, los únicos requisitos para entrar a formarse es ser mayor de 25 años y pasar por una entrevista para ver si la persona cumple las condiciones para entrar al programa. Una vez egresados, la sesión particular puede costar en promedio entre cuarenta y cincuenta mil pesos. Los que tienen mayor prestigio pueden llegar a cobrar hasta 8 UF, un poco más de doscientos mil pesos.
-Nosotros enseñamos con base en un marco teórico, en la constante investigación de la escuela y bajo criterios de ética. Pero nos preocupa la proliferación que hay de escuelas que no cumplen con el rigor y las competencias de formación. Hay algunos centros que los certifican en tres días o una semana, y eso nos intranquiliza mucho -dice Paz Marticorena, de Newfield Consulting.
De lo laboral a lo personal
Francisco, ingeniero comercial, trabaja en un banco y prefiere aparecer mencionado solo con su nombre de pila. Cuenta que hace varios años se desenvuelve en un ambiente muy competitivo, y que por eso, hace dos años, cuando él tenía 29, decidió probar con este método.
Lo hizo porque el tema de «coachearse» comenzó a ser algo muy común en su oficina, y en ese minuto sintió que si no lo hacía, iba a quedar en desventaja frente al resto de sus colegas. Así comenzó con su primera sesión por algo netamente laboral, pero rápidamente pasó a un nivel personal para poder mejorar otras áreas.
-Llegué con las inquietudes de por qué no podía manejar las situaciones como uno ve que otros lo hacen, y ahí empezamos a ahondar y me di cuenta de que tenía que ver con cosas personales que uno arrastra, etiquetas. Entonces el coaching va abriéndote y te hace ver que uno no es tan así como imaginaba, te despierta de esas «minimentiras» que uno tiene sobre uno mismo.
Francisco cuenta, por ejemplo, que él se consideraba muy nervioso: cuando tenía una reunión importante se ponía intranquilo y su cuerpo lo reflejaba. Entonces, decidió trabajarlo.
Fueron cuatro meses en sesiones, y dice que cambió su perspectiva. Lo nota, asegura, en su forma de moverse, de hablar, de mirar a los demás y de plantarse frente al resto.
-Soy otra persona en comparación a cómo era antes. Me volví más seguro y más colaborativo. Por eso cada cierto tiempo vuelvo para ir ajustándome y superándome.
La preocupación por lo laboral, qué hacer o dónde enfocarse, se relaciona directamente con la inquietud frente al futuro, con el miedo a comprometerse, explica la coach Gloria Esbry, y señala que es una problemática que traen la mayoría de los jóvenes que ella atiende.
-Aparece una inquietud sobre el futuro que tiene que ver con la pareja, porque las relaciones comienzan a consolidarse. Están en una etapa de irse de la casa, de armar su propio proyecto. No sé si la pareja en el espacio del matrimonio, pero sí en el espacio de la convivencia. Se dan cuenta de que quieren hacer un proyecto de vida más grande, no solo desde lo laboral -dice Gloria Esbry y agrega:
-Y no saben cómo hacerse cargo de eso. *
«Definitiva-
mente, atender a jóvenes es un fenómeno de ahora», dice Gloria Esbry, coach ontológico senior de Newfield Consulting.
«Los jóvenes tienen miedo a enfrentarse a los juicios de un adulto, a no saber quiénes son, a fracasar», dice la coach Verónica Edwards.
«Soy otra persona en comparación a cómo era antes. Me volví más seguro y más colaborativo», dice Francisco.
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