Camina junto a mi… por Alicia Pizarro Domínguez
Alicia Pizarro Domínguez, Coach Ontológica Senior. Socia Fundadora de Newfield Consulting y Directora de la Escuela de Rafael Echeverría.
27 de junio de 2022
Camina a mi lado, se ríe, conversa, se conmueve. Se come un pan, duerme. Un día decide no vivir más y opta por el suicidio, dejando preguntas, culpa y dolor. O un vacío imperceptible, como tal vez lo fue su existir. Su muerte me estremece y me lleva a distinguir en la vida y en la muerte misterios incomprensibles.
En un artículo publicado en abril de este año 2022, Matt Richtel(1) muestra como han aumentado la depresión, las lesiones auto infligidas, y el intento de suicidio. Destaca un aumento de un 60% de las tasas de suicidio desde el 2018. En el mundo, una de cada 100 personas muere por suicidio. Entre los 15 y los 29 años es la cuarta causa de muerte. Bastan estos números para encender las alarmas, pero, más allá de las estadísticas hagamos foco en las raíces ontológicas que sostienen este fenómeno.
Nuestro mundo se ha llenado de callejones sin salida. Migraciones que sacan de raíz a niños y niñas, flotando en balsas, atravesando desiertos, selvas y fronteras. La violencia en la casa y las adicciones que dominan el cuerpo, generan hambre de venenos que anulan la vida. Condiciones familiares que ahogan disolviendo cualquier sensación de seguridad o control vital. Al final, la pérdida de la percepción de un futuro posible por la amenaza ecológica, la guerra, o la pobreza imbatible.
Nuestro mundo se ha llenado también de soledad. No la luminosa soledad que permite la reflexión y el recogimiento, sino la soledad ácida que produce el desamparo, el abandono. En esta soledad que duele, el ser humano no crece, se estanca en una habitación cerrada, sin salida, hundido en la imposibilidad. Todo funda el juicio “la vida no hace sentido” “no merece la pena vivir”.
Emmanuel Levinas, filósofo Lituano Francés, aporta la idea de la responsabilidad irrenunciable al rostro del otro y funda un humanismo de la alteridad. Desde esa idea, me encuentro con la presencia, ojos, rostro de ese ser a mi lado dispuesto a soltar la vida. Siento su búsqueda de un hilo vital para sostenerse. Sabiendo que no hay fórmulas fáciles, asumo mi responsabilidad irrenunciable de generar para él o para ella la visibilidad de un camino.
Existen opciones profesionales serias y dedicadas desde hace mucho tiempo a este tema, son organizaciones que atienden a quienes se asoman al abismo de la muerte. Ahora, desde la ontología emergente que es la Ontología del Lenguaje, desarrollada principalmente por Rafael Echeverría, conectamos con el aprendizaje como fuerza transformadora que abre nuevas acciones posibles. A través del coaching ontológico y en colaboración con el coachee, creamos un nuevo lugar de observación que le permita reinterpretarse y avanzar en un nivel de consciencia que posibilite la continuidad de su vida.
En un proceso de coaching ontológico, puede darse un reencuentro del ser humano con su cuerpo, logra reconocer sus necesidades, emociones, e inquietudes y colocarle nombre a lo que le ocurre. Aprender a auto percibirse, diferenciar su circunstancia y distinguir sus grietas, puede ser una punta de playa para iniciar otra vez la vida. Al contactar de esta forma su presente, tal vez pueda comenzar a imaginar su futuro y enganchar con una utopía de sí mismo o sí misma.
Con esa base de metacognición y meta emocionalidad, permite establecer y cultivar los vínculos con otros. Tejer redes de colaboración para crear en conjunto mejores condiciones de vida. Te ayudo, me ayudas y así vamos generando esa delicada sensación de pertenencia, que largo plazo, se convierte en una raíz que sostiene la vida. Crear familia, en el sentido más amplio y diverso. Producir cotidianidad con otros, aprender la intimidad que alimenta el alma.
Lo anterior, como proceso, es lento y requiere amor y paciencia. Mucho se ha dicho sobre la resiliencia como condición humana para superar las dificultades. Sostengo que podemos ir más allá. Nassim Taleb habla de la “Antifragilidad” como el siguiente paso del ser resiliente. Prefiero la “tenacidad”, en analogía con la condición de algunos materiales que le permite absorber fuertes impactos sin romperse. En las personas hablamos de absorber los golpes y cambiar la coherencia ontológica a partir de ellos. Somos tenaces cuando hacemos de las dificultades una oportunidad para ser distintos y mejores. Esa condición tenaz nos permite la “prevalencia” que Antonio Damasio menciona como rasgo humano único. A mi juicio, prevalecer da plataforma a una nueva ética de la convivencia.
Distingo tanto en la vida y como en la muerte misterios incomprensibles. Desde esa ignorancia, y con humildad reconozco el derecho a morir en dignidad. Creo que optar por morir es un acto humano que necesita ser legitimado. Pero también creo con fuerza en la promoción de la vida y elijo no renunciar a esa responsabilidad radical frente al dolor del otro. Por eso invierto mi energía en la búsqueda de alternativas para ese ser que camina a mi lado, sin ver ni sentir el camino. Invito a quien lee estas palabras a escoger dar sentido a nuestras vidas desde generar opciones que fortalezcan la alegría y las ganas de vivir.
(1) Matt Richtel. (2022). Es una cuestión de vida o muerte’: la crisis de salud mental de los adolescentes estadounidenses. The New York Times, n/a.