10 junio 2024 / por Newfield Consulting
Nos hemos planteado un desafío mayor. Combinar la instantaneidad propia de esta era, con la profundidad filosófica de nuestra propuesta ontológica.
Los ingredientes que unen a siete personas, coaches ontológicos, en torno a este reto, son: dos sesiones de coaching con su reflexión posterior, el compromiso de producir una idea en trescientas palabras desde la fenomenología de lo ocurrido, y la capacidad de vivir lo efímero.
Es apasionante percibir la dimensión de lo que somos capaces los seres humanos, de generar en un corto tiempo, si logramos una fuerte conexión con la misión de aprender.
Invitamos al lector a integrarse en este espacio a través de las palabras escritas por cada protagonista, y con ello formar parte de una vivencia ocurrida en un instante, que nos movió a todos y que esperamos sirva para crecer.
Alicia.
La adultez para mí ha sido anhelo, desafío, desgarro, encuentro, paz… He transitado por distintas etapas, que han tenido diferentes significados, y desde sus distintas caras, se me ocurren las preguntas de ¿Cómo reconocer la adultez?, ¿Qué necesitamos para decir que somos adultos?
¿Cómo la trabajamos en coaching?
Comencemos por ¿Qué nos hace niños?. Los niños dependen de alguien más para desarrollarse. En la niñez vemos a los adultos como seres protectores infalibles, a los que les tenemos lealtad incondicional, ellos diseñan por nosotros, deciden, responden… Sentimos que el tiempo es eterno, que seremos niños para siempre, queremos crecer pronto. No somos capaces de pararnos en el mañana, siempre es hoy. No existen matices, queremos todo o nada.
Para dar el salto a la adultez un primer paso puede ser reconocer nuestra finalidad, no somos eternos, el tiempo se acaba, entonces ¿qué hacemos con el tiempo que tenemos hoy? Al crecer nuestra vida deja de estar en manos ajenas. “Crecer es traicionar” (me dijo un amigo); tal vez debemos traicionar el diseño de otros para comenzar a construir el nuestro. Empezar a reconocer también que los demás no son infalibles y aceptarlos con sus fallas y con las nuestras. Dejar de ofrecer incondicionalidad, ahora podemos crear alianzas, negociar, diseñar las relaciones que deseamos tener.
Aprender a hacer concesiones, dejar de creer en “todo o nada”; empezar a ver matices, hay cosas que debemos soltar, dejar ir, perder… para seguir adelante. Poner en duda, cuestionar lo que nos dijeron, lo que nos dijimos, ¿qué nos hace sentido hoy?
Siento que ser adulto es encontrarme conmigo, quién soy y quién quiero ser y hacerme cargo desde la aceptación y el amor. No tengo que hacerlo sola, hoy escojo quién me acompaña, pero la responsabilidad de mi vida la tomo yo.
¿Por qué volvemos a las heridas abiertas? Desde la mirada del coaching ontológico…
Después de las interacciones de coaching vividas me quede con la pregunta ¿Qué nos hace volver a las heridas del pasado? Pareciera ser que podemos crecer cronológicamente, social, educacional, pero esto no garantiza que tu crecimiento emocional vaya a la par, es como si de pronto la vida solo avanzara sin detenerse. Quizás nuestro instinto de supervivencia nos dice “quedarte en la profundidad de la cueva puede significar morir” llegando a la adultez con un cuerpo fuerte y resistente, pero con un corazón frágil.
¿Qué hace que él dolor actual sangre por la herida de la infancia? ¿Cómo se construye una mujer que siente por la niña? No puedo dejar de pensar en cómo estas heridas de alguna u otra forma han moldeado sus cuerpos, tonicidad, mirada, tono de voz, la forma en cómo viven y las relaciones afectivas que construyen. Haber experimentado la violencia de diversas maneras en la niñez, y reconocer el maltrato en la adultez, no es fácil de tragar.
¿Qué se hace cuando se camina por la vida con una herida que duele y te das cuenta de que co-existe contigo y tiñe tu mundo de un modo tan poderoso?
Darle nombre permite reconocer el dolor y volver por ese camino, pisando esa huella transitada tantas veces. Solo que ahora vuelve la mujer, la mira a la cara, la siente, la reconoce, tiene el poder de introducir el dedo y de curarla.
¡Tiene un poder que antes no tenía!
Cuando pienso en aquello que parece simple, reflexiono en nuestro oficio y en el milagro que produce el aprendizaje, el sacar la venda de los ojos nos pone en un lugar distinto, no puedo intervenir en algo que no puedo ver. La pérdida de la inocencia nos permite mirar hacia atrás, pero respirar distinto…
Fenomenología para identificar otras posibilidades interpretativas…
En el contexto del Coaching Ontológico la necesidad de hacer fenomenología para identificar otras posibilidades interpretativas, ha sido un gran desafío el desarrollar esta competencia en los Coaches para generar sesiones transformadoras que inviten a desplazar al observador. Quizás el cuerpo y la emoción, sean grandes cómplices y detonadores de esta competencia, sin embargo el lidiar con los propios dilemas internos del mismo Coach sea la pieza clave en este menester.
En un par de sesiones con el grupo de investigación pude notar la importancia que representa un “¿Cómo fue para ti?”, o un “¿Puedes mostrarme cómo lo viviste desde el cuerpo?”, “¿Qué sentiste cuando recibiste esta información?”, “¿Dónde estabas cuando sucedió?”, “¿Qué significó para ti, qué cambió?”, “¿Cómo acomodas esa emoción en tu cuerpo?”, “¿A quién más afectó esa decisión?”, etc., son preguntas sumamente poderosas que pueden cambiar el cauce de la narrativa, sobre todo, que la persona que está siendo coacheada observe que además de su interpretación habían otros fenómenos y otras miradas en ese preciso momento. Un ejemplo de ello es cuando al coachee se le pregunta “¿Quiénes más estaban presentes en esa situación?”, es sorprendente el ver cómo les cambia el sentido y su corporalidad cuando expanden el espacio interpretativo, cuando le dan cabida a otros observadores pasivos o activos pero que sin lugar a dudas también fueron testigos de la situación; es decir, cuando tu coachee cambia el guión de la película, es muy probable que esté generando un desplazamiento de su observador.
En conclusión, no hay coaching ontológico si el coach no tiene músculo de autoindagación de su propia fenomenología. Así como diría Nietzsche,
“si miras al abismo, el abismo devuelve siempre la mirada”.
Ser la luz tenue y simple en profunda conexión con otro ser humano… dentro de una sesión de coaching
En las sesiones vistas en el taller de investigación, aprendí como la simplicidad y la profundidad pueden agregar mayor valor a las posibilidades de aprendizaje tanto del Coach como del coachee y como la experiencia corre el riesgo de diluirse en fuegos artificiales, entendidos como una exageración en una fase de intervención. Esto me lleva a recordar una frase de Alfredo Collovati que dice que “En la oscuridad podemos ser luciérnagas”.
Posiblemente en eso nos podemos transformar en una sesión de coaching, ser la luz tenue y simple en profunda conexión con otro ser humano.
Aún recuerdo una de mis primeras sesiones de coaching, ese viaje a lo más profundo de mi dolor, de mi emociones, de mi cuerpo, esas heridas de infancia que me acompañan en las diferentes etapas de la vida, esas que aparecen en procesos dolorosos, de crisis, en donde todo se ve y se siente oscuro, donde aparecen nuestras sombras, nuestros miedos.
A veces la luz en la oscuridad del coachee puede ser una intervención que ofrezca una posible respiración o una mirada distinta, volver a lo básico, a lo elemental, lo orgánico.
¿Cuántas veces nos detenemos a preguntarnos?: ¿Qué quedó grabado en mi cuerpo, en mis emociones? ¿Qué creí haber olvidado?
Cada sesión de coaching es una pincelada de conciencia de todo aquello que somos y que fuimos y lo más interesante aun, que podemos ser. Y así vamos danzando, conectando, sintiendo, acompañando en esta obra de arte que es servir al otro para a punta de pincel o cincel ir armando una nueva historia.
Y es todo tan sincrónico, cuando conectas con el alma del otro, sin necesidad de tanto fuego artificial, y es así como en la oscuridad aparece la lucidez en ese silencio paciente y amoroso en el que escuchas con el cuerpo y con el alma.
Coaches en la era digital…
Alicia, la de las maravillas creada por Lewis Carroll, atravesaba espejos para llegar a nuevos mundos. A nosotros, coaches en era digital, nos toca atravesar pantallas para llegar hasta otro ser humano, y estar a su lado en su viaje de crecimiento. Forma parte de lo que, desde el 2020, enfrentamos para la reinvención del Coaching Ontológico en la era pandémica.
Duelen las restricciones del medio digital: no poder tocar, oler, abrazar. El coaching presencial nos instaló el hábito de un tipo de contacto que ya no es posible. Y una parte porfiada de nuestro sistema perceptivo busca hambriento señales que no llegan. Toma tiempo encontrar alternativas y construir nuevos caminos para el encuentro.
Vilayanur S. Ramachandran, neurólogo indio, muestra cómo el cerebro se adapta a las carencias. Trabaja con personas a las que ha sido amputado un miembro, sufriendo dolores intensos en esa parte ausente del cuerpo. Al crear la ilusión de la presencia de ese miembro a través de un espejo, el paciente reacciona aliviando el dolor y creando una adaptación.
¿Cómo colaborar con nuestro cerebro para adaptarnos? No bastan las técnicas: varios dispositivos, atractivas plataformas, protocolos innovadores. Hace falta una deliberada preparación emocional del coach para este nuevo escenario.
En los coaching hechos en este segundo “equipo de investigación” descubrí en la confianza una clave.
Por formación hemos hecho foco en la confianza que el coachee debe sentir, hoy focalizo en la confianza del coach ¿Qué alimenta tu confianza como coach?, se abre un territorio de auto indagación fundamental en este cambio a la atmósfera digital.
Confiemos que nuestro cerebro aprenderá a superar el dolor de la carencia presencial, y atravesaremos el espejo digital, para, con una nueva y regenerada capacidad perceptiva, basada en la confianza, lleguemos al alma de la persona que nos espera, al otro lado.
Alicia Pizarro.
Mirada desde el coaching ontológico, Mi Ser Mamá
Luego de la sesión de coaching del proyecto de investigación donde miramos en profundidad mi ser mamá, me pregunto: ¿Qué miedos me aparecen al estar con mis hijos?¿Por qué aparece la ansiedad, la angustia como antesala a estar con ellos?
Al hacer fenomenología en la sesión, aparecen los patrones heredados, siento en mi cuerpo la lucha interna para reprimirlos e incluso me cuesta voluntariamente hacer que aparezcan. ¿Por qué? Por el posible daño que pueden generar ¿Cuales son esos patrones? Patrones de violencia, de desborde emocional y que me cuesta aceptar porque me he repetido: “No quiero ser una mala mamá”.
Tras la pandemia, vemos como, principalmente, la mujer, se vio en la necesidad de reorganizar sus múltiples roles, en un mismo tiempo y espacio, deviniendo en dueñas de casa, trabajadoras, madres, compañeras y todo lo que eso implica. En esta situación, me enfrento a mi propio yo, con mis mas profundos miedos, y especialmente al estar con mis hijos ¿Cuál es el miedo? A maltratarlos (y siento como esa palabra me aterra).
En la sesión me pregunta ¿Cuál es la mamá que quiero ser? ¿Qué características tendría esa nueva figura? Yo agregaría ¿Cómo te gustaría sentir en tu rol de mamá? Al dibujar con mi manos cada parte me doy cuenta que la construyó rodeada de luz y dejó fuera la otra parte del ser: la sombra.
Según Carl Jung, el arquetipo de la sombra representa el “lado oscuro” de nuestra personalidad, estos rasgos y actitudes que el Yo Consciente no reconoce como propios. Desde la creencia que “debemos” actuar en perfección reprimimos lo que no nos gusta (celos, agresividad, culpa…), sin embargo eso no significa que no existan y por lo demás aparecen cuando menos lo esperamos.
¿Cómo enfrentar el impulso de violencia cuando aparece como historia de la coachee? ¿Cómo distinguir cuando estos son patrones heredados de la historia, la familia y no corresponden al presente consciente del coachee?
Tras mi propio proceso de aprendizaje, al darme cuenta “cómo hay luz también hay sombra, y, es posible que estas últimas no dejen de aparecer”; me atrevo a mirarla, a ser consciente de cuándo y cómo aparece y en ese mismo momento la coachee y yo misma repetir; El impulso (de la violencia) habita en mí, pero desde un lugar de paz la acepto y lo dejo ir. ¡No me pertenece!
Decido transformarme en el SER mamá que quiero ser. En lo invisible mi SER mamá ya es.
Derecho a la Autenticidad
Múltiples son los fenómenos que podrían aparecer en una sesión de coaching, tanto en relación a lo que trae el coachee, como la resonancia que genera al coach que acompaña. ¿Cómo transitar en ella, cuando el eco del quiebre trabajado nos llega tan profundo y toca nuestra propia historia?
Soledad, vergüenza , fragilidad, el aprendizaje del amor en la infancia…la construcción y deconstrucción de la identidad y su dignidad…el callar, y lo conecto con mi propio callar…me traslado mediante el sentido de propiocepción hacia el espacio de mis dilemas. Aceptarme tal cual soy y poder ver todo lo que no acepto en mi, me causa tristeza, desánimo y, a veces, no me permite avanzar. Me enfrento una vez más en la controversia de invalidar mi sentir, llegando a no dejarlo salir. Y, aparece nuevamente el callar que me congelar, donde doy por hecho que no existe dolor, sin embargo, de una u otra manera, las palabras se acumulan y llegan el momento en que no me indago, no converso o, no expreso y paso todo por alto, donde el “salvavidas” podría ser conectar con el amor propio, el respeto, honrarse a sí mismo, a mi misma, y, reconocer que lo que busco no está fuera de mi, para hacerlo carne e impedir sepultarlo, sino antes reconocerlo. ¿Cómo acompañar a otros en tan poderosa resonancia?
Desde la Ontología del lenguaje y el coaching ontológico, aprendí a mirar dichos fenómenos, que me visitan en algunas sesiones de coaching. Ahora lo traigo de vuelta a mi vida, lo retomo y lo transformo en poder, lo elevo y veo como trasciende. Desde mi propia autoindagación, hoy es un camino conocido y a veces desconocido, y tal como descubrí en mí patrones repetitivos, donde no se puede ir a la acción, entiendo también el anhelo del coachee por buscar esa paz y bienestar.
Hoy, como coach, al resonar luego de una sesión de coaching, entiendo que también es una oportunidad para mirar mis patrones, mis narrativas e historias… donde cómo seres humanos que aprendemos desde el ser que queremos ser, tenemos la constante misión de diseñar y construir caminos distintos, generar relaciones diferentes, que ponemos desarrollar nuevas competencias y miradas que nos habiliten la capacidad de hablar, trayendo de la mano al amor que es otro camino trascendental en la generación de nuevos y más protegidos espacios emocionales, donde los seres humanos podamos florecer una y mil veces.
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