10 junio 2024 / por Newfield Consulting
Este cuarto equipo de investigación en coaching ontológico vino con una música muy especial. Nos encontramos en una armonía sonora, donde nuestras emociones llenaban la pantalla, atravesaban distancias y paredes para sumergirnos en el asombro.
Cada historia compartida, no solo en el coaching sino en las conversaciones y en las lecturas de los textos que cada uno iba escribiendo, nos hizo vibrar armónicamente.
Un pedacito de vida hecha con otros, como un milagro de encuentro. Eso fue.
Hoy, Silvanna Arévalo, Zulma Rivas, Lisette Hernández, Mercedes Origone, Mirnel Castellano, Adriana Meza, Santiago Moscoso, Lupita Ramírez y Alicia Pizarro, aportamos a la comunidad EUREKA nuestras reflexiones. Breves actos creativos, que están unidos por el hilo de la ontología del lenguaje y el amor por el coaching ontológico.
Alicia Pizarro: CEO Newfield Consulting Global Y socia Fundadora de Newfield Consulting
En estos últimos años la pandemia nos obligó a reducir nuestros espacios para protegernos. En lo personal el encierro se ha vuelto recurrente. Fui diagnosticada con leucemia aguda y mi tratamiento incluye el aislamiento físico más extremo. Mis defensas bajan después de cada quimioterapia y para cuidarme me recluyen en una habitación con doble compuerta, sin visitas por semanas. Y en mi celda siento como mi alma se achica, como lo que debería curarme me hace daño. Mi ánimo baja, mi motivación va desapareciendo y empieza a llegar la resignación.
Cuando termino el tratamiento vuelvo a mi hogar, acompañada y querida. ¡Pura felicidad! Pero poco después voy cayendo en esa emocionalidad conocida: el desgano, el miedo, la tristeza, la ansiedad. Y me descubro en la cama, encerrada en mi cuarto, aislada nuevamente, pero esta vez por elección. Entonces mi cárcel no está en el hospital, no es el espacio el que me limita. Mi cárcel vino conmigo, me pertenece y me acompaña.
Trato de entenderla. Tener cáncer ha amplificado quiebres antiguos y me ha mostrado nuevos. He hecho el recorrido por toda mi vida buscando causas y responsables. Observo mi cárcel y le pongo nombres, le hago cuerpo, veo dónde surgió, de qué me servía y si hoy me duele más de lo que protege. La resignifico, la trabajo una y otra vez, sola y acompañada.
Me ayuda la compañía, la mirada de un otro sensible. Un otro a quien podría darle miedo tocar ciertas puertas.
Pero para entrar en cárceles ajenas, hay que conocer las propias. ¿Las conoces? ¿Cómo se llama tu cárcel? ¿De qué te restringe? ¿Qué mantiene la puerta cerrada?
El cáncer, la muerte, la pérdida… son puertas pesadas, pero si no nos atrevemos a abrirlas, nunca seremos libres. Somos nosotros quienes creamos nuestras cárceles y también quienes escogemos cuándo salir de ellas.
Somos quienes nos resignamos a las paredes o quienes decidimos vivir.
“…para entrar en cárceles ajenas, hay que conocer las propias…”
No cabe duda que esta profesión es de aprendizaje constante, y cada vez creo que lo que conozco de mi es apenas la punta del iceberg.
En esta ocasión resoné, una vez más, con la vulnerabilidad. Recorrí mi vida y me di cuenta que sentirme acompañada y protegida es una “necesidad” que me ha acompañado por largo tiempo; es como si no pudiera moverme sin sentir un círculo que me protege de cualquier amenaza externa. Me conecto con el miedo, la frustración, la desesperación, y esto me paraliza.
¡No lo había visto tan claro hasta ahora! Entonces mi lenguaje vuela. ¿Cuántas cosas he dejado de hacer por no sentir ese escudo protector? No me gusta darme cuenta del resultado ni de esta sensación cómoda per incómoda a la vez.
¿Cómo quiero reinterpretarla ahora? Como por arte de magia, me viene a la cabeza que “la acción genera ser”, o como dice aquella canción del poeta Machado “… caminante no hay camino, se hace camino al andar..” ¡Me hace tanto sentido!
Pienso que todos podemos sobrevivir pero florecer, sólo cuando nos atrevemos a trabajar juntos la llamamos coordinación de acciones. Pero, ¿cómo hacer que no sea una necesidad imperante para comenzar a moverme?
Todo esto está en mi cabeza, ahora quiero que baje al cuerpo. Sigo caminando. Todavía no sé a dónde voy a llegar pero estoy haciendo el camino, y el resultado está acercándose más a lo que quiero.
Tú, ¿de qué te proteges? Saltemos al abismo, es una invitación, atravesémoslo. Después de todo, no quiero convertirme en uno de mis monstruos, recuerdo que me he sentido mucho mejor una vez que voy dando luz a esos puntos en la sombra.
“…la acción genera ser…” Rafael Echeverría
Es sorprendente el aprendizaje que nos entrega, la práctica de estar desde las dos miradas: la del rol como Coach y la del Coachee.
En este bello ejercicio de pinceladas , al oír y sentir al coachee, resonó aquel dolor de mi historia, hoy era diferente había analizado mis propias narrativas dejado el victimismo, era lo que había, lo que me dieron, lo que escogí tomar, había anclado en mis entrañas aquella foto de mi madre, el qué dirán, sentirse menos que los otros, logrando con sus acciones, que estaba al estándar de esos otros, para pertenecer, pasando límites perdiendo su identidad, esa culpa al dejarla sola cuando visitaba mi familia paterna, sin faltar aquella frase yo que me he matado por ustedes.
Cuantas historias, para comprender que igual a mi madre, pero con la coraza del controlador, he necesitado de los otros para existir, hoy siento satisfacción, mi parada es diferente, partió ese vacío que arropaba mi alma; súbitamente llega un pensamiento, otra nueva travesía, llegará el invierno cambiarán las hojas, saldrá nuevo follaje, habrá frío, lloverá: mis hijos crecen, dejo de ser prioridad para ellos, mi cuerpo empieza a cambiar, hay una relación de pareja que nutrir, pronto me jubilaré, nuestro país vive por primera vez la izquierda.
Siento incertidumbre, vulnerabilidad, tristeza, emociones paseando por mi alma, agradezco, reflexiono que puedo hacer, está en mis posibilidades cambiarlo, ¿Cómo lo haría? o pertenecen a lo fáctico.
Desde cualquier roll siempre habrá opciones, nuevos horizontes para transitar esa línea de nuestra existencia, reconociendo que el dolor lo vivimos, sentimos de forma diferente al igual que el tiempo que nos toma llegar al aprendizaje transformacional. Somos seres expuestos a cambios permanentes, muestra de ello es mi nueva travesía.
“Quien puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel?” Margarite Yourcenar
Mi percepción tiene límites. Me cuesta aceptarlo. Me angustia, tanto como estar en una habitación chica, sin ventanas. Me desespera, tanto como ir corriendo a cualquier parte sabiendo que no voy a llegar. Me siento como un sistema cerrado y quien guarda y cuida la puerta es mi propia percepción.
Margarite Yourcenar lo articula así “¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel?”.
Sentimos el impulso por llegar afuera de nosotros mismos, por tocar el mundo, por tocar a otros, sabiendo que nunca lo lograremos ¿Habrá una mejor definición de la locura? Los coaches ontológicos vivimos de este impulso.
Nos entrenamos para percibir, más y más profundo. Somos hambrientos buscadores de señales en ese misterio insondable que es el otro. Y rozamos su existencia. Por instantes brilla el encuentro. Parece que funciona, nos decimos. Para descubrir, al pasar el tiempo, que solo hemos colocado nuestra mano en la superficie del agua.
El tiempo, otro de los materiales que constituyen el encierro, refina la percepción. La añeja, como a los vinos, y la decanta. Con el tiempo surge un “darme cuenta” imposible de lograr en la inmediatez. El tiempo exprime la experiencia y deja sabores que permiten cualificarla. Esas sensaciones que quedan tras el paso de los días (semanas o años) son faros desde la conciencia. Si logramos escuchar, con cruda honestidad, lo que esos faros nos dicen, aprendemos y expandimos nuestras posibilidades de acción en el futuro.
Como coach ontológica, vivo la frustración y la admiración de ese acercamiento imposible a quien tiene la valentía de abrir su mundo ante mí. Nunca sé cuánto he llegado, ni si sirve lo revelado, ni cómo se logró ese acercamiento.
Sólo queda la emoción de un momento de confluencia. El deslumbramiento frente a lo que podemos hacer las personas, desde el afecto y las ganas.
“…reconocer al otro como diferente, legítimo en su forma de ser y autónomo en su capacidad para actuar”.
Esta es una reflexión del impacto de lo masculino sobre lo femenino y viceversa. Sensibilizado frente al resultado, ese dolor y resentimiento, que nuestras acciones, nuestro lenguaje genera, y cómo esto se interpreta en el tiempo. Reflexiono sobre el sistema, sobre que el género está “basado en reglas de comportamiento o en una normativa construida por quienes integran una cultura o una sociedad”. Reflexiono sobre las narrativas, historias, y cuáles son esos juicios maestros sobre los cuales hemos construido esto que llamamos masculinidad y que rol debería ejercer en los años por venir.
Tengo esta duda de cómo ser un hombre diferente, sin dejar de ser ese “hombre” que se espera que uno sea.
Interpreto la presencia de una estructura y que requiere un proceso de reconocimiento para poder entender donde se constituyó ese hombre que soy. Saludo al liderazgo y el empoderamiento femenino y su contribución a la sociedad, pero me cuestiono cómo podemos promover integración, diversidad e inclusión masculina y femenina como base para el futuro de la sociedad. Me declaro incompetente en este espacio.
Me gustaría pensar que todo esto que se está construyendo alrededor del género es un paso para ir acercándonos, para ir integrándonos para ir reconociendo lo mejor de cada uno “reconocer al otro como diferente, legítimo en su forma de ser y autónomo en su capacidad para actuar”. Un gran amigo mío me compartió su pensamiento sobre “Deconstruir” y me intriga este proceso desde el lenguaje, como deben ser esas nuevas narrativas, esas conversaciones personales y públicas, estos nuevos juicios maestros para qué la igualdad sea la nueva normalidad.
El reto como Coaches Ontológicos es identificar qué nos sucede en nuestras intervenciones cuando tratamos el ser masculino o femenino y cómo podemos ayudar a construir esas nuevas narrativas.
“No caer en la resignación que achica los horizontes alcanzables” Rafael Echeverría
Desde que salí de mi país hace 14 años, me ha acompañado la nostalgia, esa que se ha ido transformando con el paso del tiempo, al comienzo un buen convivir, aparecía con los recuerdos de mi historia, mis seres queridos, momentos, lugares, olores, sabores, recuerdos que empujaban a la búsqueda del reencuentro.
La nostalgia, pensé, es genuina en mí, como no extrañar lo querido, así, va transcurriendo mi vida, una vida donde mi pasado es más que mi presente, la nostalgia, en lugar de atenuar se hace más fuerte, y yo con la idea firme del reencuentro con lo vivido, aferrada a mis recuerdos, a lo aprendido, pero, poco a poco lo querido se va desarmando, no son posibles los reencuentros, aparece la soledad, la tristeza, el dolor.
Desde mi mirada como coach, un camino a vivir en la conciencia que no tiene retorno, puedo ver que ese dolor que surge de la nostalgia me podría estar mostrando que mi origen, mi familia, mi raíz tienen un sentido en mi vida, el sentido de pertenecer, de ser parte de los míos, de mirar de qué estoy hecha, del amor que siento por ellos y ellos por mí, que la nostalgia vino a enseñarme y que debo escucharla y hasta agradecerle.
Pero también desde esa misma mirada, levantando mi rostro puedo mirar ese pasado de una manera diferente, mi mirada es mi construcción, dirijo la luz, como un Faro que ilumina mi presente, un presente que se agiganta, y allí me reencuentro con la fuerza que me ha sostenido, a mi lado mi hija y alrededor lo construido, y también desde allí, mirar hacia el futuro, como describe Rafael Echeverría “No caer en la resignación que achica los horizontes alcanzables” comprometida con la ambición, el entusiasmo y la confianza de lo que el futuro me depara.
“La invitación que nos regala el coaching es animarnos a ver mas profundo. Ver desde el claro.”
No me di cuenta… Quizás no tan profundamente, hasta que estas palabras resonaron en mi: “Hay una necesidad que vibra en tu interior, y pide ser escuchada”. Palabras que se convierten en faro, que nos ayudan a despertar.
Hay algo que nos incomoda, que inquieta, que duele más profundamente, y a veces nos cuesta identificar. En la profundidad de nuestro corazón y también en la superficie, en ocasiones estamos mezclados, vemos y no vemos.
Los pensamientos se entrelazan con los sentimientos y actuamos, a veces sin darnos cuenta. Sin elegirlo, en automático. Finalmente, no nos gusta lo que actuamos. Y así entramos en un espiral de acciones desconectadas de aquello que anhelamos. ¡Qué lejos quedamos de nosotros mismos!
¿Qué me pasa? ¿Qué nos pasa? ¿Qué nos hace perder la claridad? ¿Qué genera que nuestras necesidades más profundas queden en la sombra? ¿Qué máscaras nos impiden ver, sentir, descubrir? ¿Qué nos aleja de nuestros anhelos?
La invitación que nos regala el coaching es animarnos a ver más profundo. Ver desde el claro. Caminar hacia ese lugar donde se enciende la luz de la transformación. Donde encontramos nuestros motivos más profundos.
Donde vemos con mayor claridad.
Necesitamos que alguien nos escuche, perciba y resuene con nosotros. Que pueda caminar en lo sutil. Que pueda salirse de sí para recibirnos. Que pueda descubrir desde una escucha profunda y contemplativa nuestros deseos más hondos. Como coaches estamos invitados a ser ese otro que acompaña a transitar por el camino del aprendizaje existencial.
Cuando decidimos recorrer el camino propio. Cuando nos animamos a navegar nuestras profundidades, entonces podemos acompañar a nuestros coachees a contactarse con sus sombras. A tocar su dolor. Lugar sagrado donde se encuentra la chispa de luz que conduce a la transformación.
¡Cierro los ojos, conecto con mi dolor, conecto con mi deseo y elijo andar el camino hacia el claro!
“¿Cómo paso de Ser niña a Ser adulta? ¡Que gran desafío crecer y transformarnos!”
Descubro cada día con más convicción y pasión el aprendizaje que me entrega el Coaching ontológico. Tanto como coachee, como en mi ser Coach.
Me apasiona la puerta que nos abre al caminar hacia nuestra historia. Nos ayuda a reconocer nuestras competencias e incompetencias genéricas tatuadas en nosotros en aquellos aprendizajes tempranos.
Una y otra vez volvemos a los mismos lugares, nuestros surcos, habitualidades que nos encarcelan, aún sin darnos cuenta.
Son burbujas de protección, claroscuras, agridulces, que nos vamos construyendo poco a poco. Nos acomodamos en ellas. Permanecemos. Aun sufriendo, algo suave, calientito, cómodo nos atrae como imanes hacia ellas. ¿Será el miedo a crecer lo que nos ancla?
¿Cómo paso de Ser niña a Ser adulta? ¡Qué gran desafío crecer y transformarnos!
Para convertirnos en seres adultos, autónomos y responsables de nuestras vidas tenemos que animarnos a salir de nuestros círculos de protección.
¿Por dónde empezar?
Reconocer nuestras capacidades y dones, y también poder mirar nuestras fragilidades, nos anima a escuchar-nos con compasión. Validarnos nos entrega el coraje de recrear sueños y lanzarnos a hacerlos realidad.
El desafío más grande es elegir soltar la comodidad, el calorcito suave y el apapacho que nos convierte en niñ@s siendo adultos.
La intervención es un espacio de mucha potencia dentro del coaching. Es la llave que nos permite abrir las puertas de las infinitas posibilidades. Allí el lenguaje crea una nueva realidad donde confluyen palabra, emoción y corporalidad. La potencia de la experiencia corporal es vital para el coachee. Los movimientos sublimes transforman y nos ponen en acción. Me mueve la premisa ética de escuchar al coachee y construir junto con él nuevas posibilidades. Esta experiencia y movimiento de fusión facilita transformaciones cruciales.
Un bello arte el ser Coach que nos hace testigos y protagonistas de la transformación. ¡De niña a adulta!
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