10 junio 2024 / por Newfield Consulting
Algunos sábados en la mañana, desde mi ventana en Huechuraba (Chile) veo gente bajando en parapente. Corro a sacarles fotos, así participo de ese vuelo y conservo ese pedacito de alegría y sol.
La guerra transforma todo en horror. Hoy, inevitablemente en mí, el parapente es la imagen de alguien bajando para matar.
Las palomas fueron en el siglo XX símbolo de la paz, las vemos hoy, en cada video de bombardeo, volando juntas y desconcertadas ¿Alguien rescatará pichones de los escombros que aplastan gente, historias, vida?
La guerra transforma todo en horror. Hoy, inevitablemente en mí, las bandadas de pájaros me traen la imagen del estallido y la muerte.
En el Coaching la transformación es al revés, al jugar el juego del respeto, y la confianza, logramos transformar el horror en amor y en vida. Eso es lo que enseñamos y esa fue la experiencia tenida con este grupo. El tiempo que ha pasado desde que hicimos nuestros encuentros, me ha permitido madurar el valor de estar juntos, como los antiguos alquimistas, convirtiendo horror en esperanza.
Gracias a Leila, a Valeria, a María Paz, a Nicole, a Sandra, a David y a Lisette por querer crear y compartir momentos de profunda paz.
Alicia Pizarro: CEO Newfield Consulting Global Y socia Fundadora de Newfield Consulting. Octubre 2023
“Estaba cerca casi tan cerca que podía alcanzar la felicidad pero algo me decía no basta y en ese espacio estaba ella esa emoción que se tiñe de miles de emociones, que es un nudo en mi garganta, que nubla mis acciones y pensamientos…la culpa de disfrutar, la culpa de ser, la culpa de tener suerte, la culpa de estar viva, la culpa de no poder estar en todos lados, la culpa de la existencia, la culpa del deseo, la culpa de ser dura, de tener rabia, de fallar. La culpa…. Esa mezcla entre no ser suficiente, no alcanzar el estándar social, No hacer, No moverte, morir en vida, la muerte y el dolor físico, el dolor de otros, el dolor del alma, el dolor de la impotencia, el miedo a dañar, el espacio del disfrute sin culpa, las lágrimas que brotan, Las lágrimas que corren, las lágrimas que saltan, el cuerpo rígido…. “
… Y tu como coach escuchando mi caos, intentando bailar esta melodía para fluir, para co construir algo, una tonada que con sutileza llega al alma para de manera sublime luego de un tiempo marcado por los Dioses, este caos conectado con nuestra fragilidad, tome un orden, se desprendan los fenómenos, se aclare una imagen y emerja una nueva canción, que de claridad para darle dignidad a su existencia, tomar la responsabilidad de vivir en el presente, jugar para estar viva, pedir ayuda y dejarse acompañar por un otro, poner a sus enfermos en la lista de los vivos, para disfrutar cada día de una nueva melodía.
Y así vamos del caos al orden y del orden al caos… el caos que le da vida a nuestra existencia, para atesorar cada instante, honrando nuestra ser con amor…y así encontrar la armonía para danzar juntos…Quizás no necesitas que todo esté en orden para disfrutar y conectar.
Escrito en la madrugada de un domingo:
“Mi jaula tiene un balcón
Desde ese balcón se mira el mar.
A lo lejos, se escucha el silbido de las ballenas
A lo cerca, la gente rueda a su vida redonda y apurada.
Camino los límites aéreos y enrejados como un tigre que sueña verde,
Solo que no sé qué sueño.
El mundo mío se duplica en el mundo del agua,
siento los ojos ajenos y aterrados que miran desde el fondo hacia arriba.
Desde la grieta de mi balcón
Busco luces cómplices en ventanas ajenas.
Un movimiento, una taza de café, una pantalla bailarina
cualquier señal de igualdad, en una misma madrugada encerrada.”
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En estos tiempos, la alegría tiene cara de responsabilidad. Un trabajo más por hacer desde la voluntad. Una energía que deliberadamente busco conducir a la celebración, sintiendo que no es una tarea simple. Siempre encuentro algo que pagar.
Para lograrlo, busco conexión con la belleza, con el milagro de estar vivo y en contacto con lo vivo. Cada animalito, un zancudo listo para comerme, una hoja nueva, o nube con forma de helado (con su cucharita y todo) me regalan una sorpresa. La voz humana desde mi computador, una sonrisa o una lágrima me conmueven y llenan mi vida de asombro.
En un podcast sobre la energía y la materia oscura escuché que todo lo que tocamos, sentimos y forma parte de nuestro mundo, perceptible o no, es solo el 5% del universo. Todo lo demás, el 95% restante se reparte entre materia y energía oscura, sobre la que nadie (¡nadie!) sabe nada, solo que está allí y que nos afecta, en lo minúsculo de nuestra cotidianidad y en lo gigantesco de la expansión del universo.
En aquel domingo complejo, esta fue mi fuente de energía para la alegría: “pertenezco al 5% de materia conocida y medianamente comprensible” ¿No es un milagro que pueda estar rallando una zanahoria para mi desayuno?
Quiero sentirme como un cometa errante que lleva celebración a todas las conversaciones, los momentos compartidos, las planificaciones estratégicas y las idas al supermercado. Es mi aliento y mi herencia emocional, es al final, mi huella en este planeta.
Una nueva oportunidad. Otra mudanza en puerta. Analizamos la oferta, consensuamos y partimos. Así una, dos, tres, cuatro veces. Distintos continentes, distintos idiomas. Arrastramos a nuestros hijos con nosotros. Al fin y al cabo, “los chicos son de goma”. Nos abrimos al espacio de lo incierto, con todo lo que eso implica. Mi obsesión por proteger el nido y adaptarme a los nuevos entornos incrementaba mi autoexigencia. Abracé siempre estas experiencias de vida que tanto nos enriquecían pero que, al mismo tiempo, sembraban en mí un cierto sentimiento de pérdida y estancamiento. Me pesaba que se desdibujara mi identidad profesional. Y me pesaba la soledad. Y así se instaló en mí el resentimiento…
Mi nido se quebró. Me desnudé ante la sociedad sin ocultar ni mi desasosiego ni mi dolor. Tomé las riendas del asunto para poder sanar esas aves lastimadas. Cuánto dolor. Y cuánto aprendizaje.
Siguieron años de soledad. Y de la mano de ella, la claridad, algo que pude lograr aquietando mi cuerpo y mi mente. Aprendí a estar en silencio y a abrazar esos momentos de soledad que me conectaron con la esencia de mi Ser, esa persona alegre, que ansía vivir desde la armonía, que disfruta amar y ser amada. Y así el resentimiento que había sentido durante tantos años se convirtió en perdón, el perdón en paz, la paz en armonía y la armonía en el ámbito propicio para la creación.
Hoy tengo una mirada apreciativa hacia mí y hacia los demás. He podido dejar de lado los mandatos que me exigían ser perfecta y complacer al otro. Priorizo mis necesidades. Hago lugar para que emerja la loba que hay en mí y así seguir expandiéndome, creando, con la intención de ser un rico aporte en el proceso de sanación de mi comunidad.
Citando las palabras de mi maestra de meditación, “vivimos en un mundo post orgánico”, en el cual la aceleración tecnológica nos exige movernos a un ritmo que va en contra del tiempo del organismo. Como humanidad, nos merecemos vivir bien, sin tanta ansiedad, más conectados con nosotros mismos, haciéndonos el tiempo para disfrutar. Tomar conciencia de quiénes somos, a dónde queremos llegar y, no menos importante, de qué manera hacerlo. Esta vida es única y nos pertenece. ¡Los invito a honrarla!
Asombro que asoma.
Desde esta estación en la vida, experimento con el asombro de una niña que descubre el mundo, la circularidad, los ciclos; los míos , los ajenos. Aquí me asomo especialmente a los ciclos que vivimos las mujeres.
¿Será que la menstruación nos conecta con la conciencia de los ciclos?
¿que el momento de la maternidad en donde nuestro cuerpo está para el bebe nos hace estar con mucha presencia en ese paso efímero que llega y se va?
¿Qué pasa con los mandatos de cada cultura en estas etapas? ¿Qué pasa con el cuerpo de la mujer y sus deseos, su sexualidad? ¿Se acalla el cuerpo? ¿Se silencia el deseo?
Con mis pregunta como semilla, me invito a pensar a sentir en las distintas maneras en las que tomamos conciencia de ser mujer. Con lo que en cada etapa nos toca, o elegimos;…. elegimos?
¿Será que este cuerpo que me muestra ciclos se pone en contradicción con los
mandatos culturales de lo que nos debe suceder a mujeres? ¿en qué momento nos perdemos y acallamos el cuerpo? Y lo que el cuerpo nos muestra?
¿Qué noticias me trae la menopausia? ‚Hay otra luz en el horizonte de los ciclos? ¿Qué pasa con el gozo? ¿Que otras formas tiene el disfrute?
¿La desconexión del cuerpo y quizás del disfrute tiene que ver con los ciclos que vivimos?
Preguntas… con miles de respuestas? Respuestas que nos traen preguntas, conciencia.
Conciencia: aquel conocimiento que el ser humano tiene de su propia existencia, de sus estados y de sus actos.
Desde esta conciencia reconozco que he vivido (y a veces aún hoy la vivo), desconectada de mi placer, de mi disfrute….Pero cuando tomo conciencia y conecto; todas la que soy hoy disfrutan de esa danza de intimidad, lenta, sutil, movimientos que los vivo artísticos, suaves, potentes; el reconocimiento de lo más original en mi; conectar con mi conciencia y vivir las miles de formas que trae el amor en las diferentes estaciones de la vida..
Desconectar del mundo de “ lo que debiera suceder”, me habilita a nadar con el disfrute en sus innumerables formas….y en esa conexión; disfrutar de la que soy, con la que fui, con mi niña sola, con la estudiante que pudo, con la que trabajadora que avanzó, con la madre que soñé ser, con la madre que aprendí a ser; con la mujer y sus límites; con la mujer y su horizonte sin límites…
Y aquí me veo, mirándome igual pero diferente; integrando todas las que fui, las que soy y caminando con y sin conciencia a todas las que seré.
Conciencia, preguntas, algunas respuestas para sembrar esta semilla de reflexión en vos..
Same same, but different.
Desolación, proviene del latín “acción y efecto de privar todo consuelo”. en la biblia significa, cuando el hombre se encuentra afligido y desconsolado porque cree que ha sido abandonado por Dios.
Es aquel momento, mirando la ventana en un lugar que no conocía, estando sola, en donde la nada se toma de mi cuerpo, con el frío en las entrañas y en el pecho. Me siento cerca, más cerca de la muerte que de la vida, no sé para donde ir, a quien recurrir y que hacer, solo sé que en esta nada tenebrosa tengo la sensación de que no tengo a nadie que me consuele.
En aquel momento de desolación escucho el sonido de mi respiración que me apega a mi cuerpo vivo y latente… rezo, rezo y rezo para encontrar un cobijo y un consuelo. Entro en calor, saco fuerzas no sé de dónde y ocupo mis piernas para sostenerme: Dios, piernas y respiración casi como un mantra lo repito. En ese momento de nada.
Escribiendo, esto me doy cuenta de que estas palabras son las que me traen a la vida… al parecer, la nada tiene que ver para mí, con estar cerquita de la pulsión de la muerte… entonces, así como en el instante donde siento que Dios me abandona, pero en un respiro siento mi cuerpo y su cobijo.
Ese instante de muerte me entrego absolutamente al cuerpo.
En el otro polo de la nada, conocemos el orgasmo: la “petit morte” le llaman…
Es una nada distinta, mi cuerpo con calor de las entrañas y de mi pecho, tampoco se dónde ir ni que hacer, tampoco hay nadie que me consuele, también esa muerte puede ser algo tenebrosa e inexplorada.
En aquel momento de desolación de mi misma y de una entrega total, lloro conmovida de lo que significa entregarse al cuerpo, es entregarme a mi misma…entonces, vuelvo en mi con mi mantra
“Dios, piernas y respiración”. Agradeciendo al momento de desolación por hacerme sentir tan viva.
El título de mi reflexión surgió después de ver la película “C’mon C’mon: Siempre Adelante”.
Esa película hace referencia a un libro en el que un niño que anhela convertirse en humano, debe aprender a dar sentido a su vida, a través de la experiencia y la sensación en un mundo en constante transformación.
Esa conmovedora narrativa, me llevó a reflexionar profundamente sobre el doloroso acto de despedirse, y encontrar un nuevo propósito en una nueva etapa de la vida: la maternidad.
Ese recuerdo, me transporta a mi niñez, cuando anhelaba crecer y aprender para experimentar lo que parecía estar reservado solo para los adultos: vivir plenamente. Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, me encontré perdiendo el rumbo y el significado en esa búsqueda.
Mi búsqueda, estaba marcada por momentos de alegría, tristeza y una profunda incertidumbre mientras intentaba comprender la complejidad de la vida.
Cuando rememoro esos tiempos, solía creer que nada cambiaría, pero con el tiempo me di cuenta de que me había perdido en las complejidades de la vida adulta. No me permití sentir nuevos procesos debido al miedo y la frustración, a pesar de la felicidad que también podrían ofrecerme.
En ese recuerdo de niñez, surge la memoria de mi experiencia como madre. Fue en este espacio donde intenté enterrar los conflictos de mi pasado y superar mis fracasos, tal como señala Jacqueline Rose en su libro “Madres: un ensayo sobre crueldad y amor”, aborda la necesidad de comprender exactamente lo que se espera de las madres en el mundo contemporáneo.
¿Cómo logro unir estos temas de vida y maternidad? Lo hago abrazando tanto los desafíos como las alegrías que comparten la vida y la maternidad.
Mis transformaciones y nuevas perspectivas surgieron a raíz de las pérdidas que atravesé en mi camino como madre. A lo largo de un constante proceso de crecimiento y transformación, he logrado emprender acciones de manera distinta, obteniendo resultados renovados y descubriendo nuevas dimensiones de la vida.
También, he aprendido a encontrar belleza en la existencia a través de la trascendencia de esas pérdidas.
En este proceso, he adquirido la habilidad de otorgar significado y enriquecerme gracias a la diversidad de oportunidades y realidades que la vida y la maternidad han colocado en mi camino.
Continúo avanzando con la premisa de “Siempre adelante”, dispuesta a abrazar cada experiencia como una oportunidad para crecer y aprender.
¿La confianza? ¿la desconfianza? ¿la sexualidad? ¿el apego? ¿el desapego? ¿resignación? ¿paz? ¿Pena? ¿Alegría? ¿cerrar o abrir?… preguntas que me llegan a lo profundo, al alma.
En mis zapatos de 5 años atrás, david que nunca se planteo todas estas preguntas, de ser la víctima, sin hacerse cargo de sus sentimientos, de su mirada, sesgado con una cultura fuera de casa, de familia, aprendiendo la sexualidad “en la calle”, con amigos con revistas, con la pornografía de aquellos tiempos, sin tener un(a) guía maestra; desconfiando de todo(s), con miedo al rechazo, al sentirse apegado ¿apegado al desapego?;¿será desapego? Ese david lejos de todos, sin mostrar su corazón, su interior por miedo al daño, declarando “Yo puedo solo, ya que nadie se preocupa”.
David al pasar los años se siente desapegado de todos se mantiene siendo ese niño en busca de un abrazo caluroso, de contención.
Hoy 5 años después, ya no hay victimismo, ya no culpo al actuar de los papas, entendiendo lo que lo que hicieron fue lo que mas pudieron hacer, me hago cargo de mi perdón para ellos para el mundo, pero sigue rondando en mi cabeza, ¿cómo confío?; ¿Doy el paso?
En este mismo momento, escribiendo, siguen saliendo preguntas, mi corazón palpita rápido, me sudan las manos, se me hace un nudo en la garganta, ¡¡¡NO ME QUIERO LEER !!!, no puedo auto validar un escrito, un trozo de mi alma, de mi día, de mi vida, necesito una validación, mi autovalidación, la miro, la concateno, es ella me mira!, no te quiero!
Cáncer, ¿cómo causas tantas penas como también alegrías? Resueno contigo por tu poder de llevarte a mis queridos.
Muerte, como es tu tránsito al final del aliento, como ver a los queridos, abrazarlos en ese viaje sin rumbo. Unes a los cercanos, gracias por darle valor a nuestro transitar.
Gana en mí el dolor de estómago como miedo, miedo que esconde un deseo, el deseo de ir, de entregarme al estómago. No quiero reprimir esta energía presente en mí solo sacarla a la luz, para avanzar con ese fuego, no apagarlo con el agua de mi resignación, en mí no confianza de sentir. Fuego, te veo, te siento, té reprimo, bajo mis propios cuentos, para no quedar mal con nadie, por no sentir palabras como cuchillos. Te invoco, te escribo, té pido acompáñame, abrázame con mi aire.
Antes no le había dado muchas vueltas. O sí se las había dado, pero en el sentido contrario. Mi preocupación era no salir embarazada. Si me «descuidaba», podía «arruinarme la vida».
Tanto tiempo preocupada de no tener hijos y un día te dicen que es probable que nunca los tengas. No debería ponerme triste si lo evité por tanto tiempo. Pero hoy las condiciones son distintas, empezaba a ser un pequeño anhelo, una chispita que se había iniciado en alguna conversación de los dos y que parecía iluminar un futuro próximo. Y cuando esa luz se apaga, o se vuelve difusa, me cuestiono por qué esperé tanto tiempo. ¿Qué estaba esperando? ¿Qué pasará si esa chispa se extingue por completo? Como animales que somos necesitamos procrear, trascender, persistir. Nos hemos alejado tanto de nuestra naturaleza que racionalizamos hasta nuestros instintos más básicos.
Y es ahora, cuando la vida se ve limitada, que me saltan todas las alarmas. Y más que mi feminidad, mi fertilidad, mi ser mujer, mi rol social; me duele mi sentido de vida, mi propósito. O ni siquiera, eso ahora no importa. Me duele el amor, el amor limitado, posiblemente perdido, el amor que no he podido dar. Y pienso, ¿cómo puedo perder algo que nunca tuve?
¿Y será que alguna vez tuve algo? A quienes perdí, nunca fueron míos aunque los sintiera parte de mí.
Una de las luces en mi camino me dijo: «puede ser que lleves mucho tiempo conectada con la muerte y que ya sea el momento de que conectes con la vida.» Eso activó algo en mí.
Hubo pasos anteriores: reconocer mis emociones, darles espacio, validarlas, ponerles voz, compartirlas… Empezar a mirar qué era lo que había perdido, no sólo a quiénes, sino lo que significaban para mí, lo que aportaban a mi vida: mi sostén, mi refugio, mi seguridad, mi fuerza, mi tierra, mi amor incondicional. Todas esas cosas ellos ya me las habían entregado, estaban en mí, no se iban a ninguna parte. Yo tenía que encontrar cómo activarlas, ponerles nombre, ponerles cuerpo.
Ellos ya no están, pero su luz y su sombra me acompañan. Y empezar a sentirlos los trajo más cerca. Empecé a escuchar sus voces, conversar, mantener una relación con a parte de ellos que vive en mi interior.
Conectar con mis muertos, me ayudó a conectar con mi vida, con mis ganas de vivir. Tal vez no podemos conectar con una sin la otra, tal vez son una sola cosa. La «Vida/ Muerte/ Vida’*, la necesidad de destruirnos para renacer, de transformarnos. Negarnos a la pérdida, sería negarnos a la vida misma.
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