La vida es análoga
La vida es dinámica. La vida es cambio, es quietud. ¿Es sacrificio? Para mí, la vida es entrega. La vida es devoción: hacia un dios, una causa, una familia o hacia une misme. La vida es una pregunta. Son muchas preguntas, preguntas que se preguntan sobre la vida. La vida es una lucha: contra la muerte, contra las circunstancias, y, a veces, contra la vida misma. La vida es también escaparse de la muerte, y a veces, vida y muerte son la misma cosa. La vida son las personas que amo. La vida es un camino para aprender a amarme a mí misme.
Cuando decimos “la vida es”, estamos revelando lo que consideramos más importante, algo que, para nosotres, pesa tanto o más que la vida misma. Cada vez que definimos la vida, debemos recordar que lo que sigue es subjetivo y personal; habla tanto de la vida como de cada une. Si algo podemos afirmar, es que la vida es análoga, porque se dice de muchas maneras, en parte igual y en parte distinta. Se dice de tantas formas como personas habitan el mundo.
Esto no pretende ser una idea nueva, es simplemente un recordatorio necesario. En tiempos de guerra, crisis climática, división política y revolución tecnológica y social, necesitamos recordar el carácter análogo de la vida.
¿Qué significa que la vida sea análoga?
Que la vida sea análoga significa que para cada quien será distinta. Las culturas, las edades, las historias personales, los sistemas familiares y las circunstancias económicas impactan nuestra experiencia de vida de maneras únicas. Así, cada mente y cuerpo interpretan la vida de forma diferente. No describiré la vida de la misma manera si nací en la India o en Argentina, en Israel o Palestina. No diré lo mismo si crecí con una familia que me apoyó en mis momentos de tristeza o si mi infancia estuvo marcada por la soledad. Será distinta sí festejo Navidad o Hanukkah.
Un niño que no ha comido en todo el día y recibe una fruta de un extraño puede decir que la vida es amable y protectora. Alguien que invierte dinero en un proyecto que fracasa podría describirla como cruel e injusta.
Al juzgar a los demás desde nuestra propia experiencia, algunos de estos juicios podrían parecernos erróneos. Pero si cultivamos la compasión necesaria para escuchar y comprender la experiencia particular de cada ser humano, cada definición de la vida se vuelve válida.
Este es un acto de elección, y depende de cada une de nosotres.
La vida en parte igual, en parte distinta
Decir que la vida es análoga nos advierte de la diferencia. Nos prepara para esperarla y no sorprendernos cuando aparezca. También nos ofrece una perspectiva crucial en este momento histórico: nos recuerda que, incluso en la diferencia, siempre existe una parte igual, algo que nos une.
En un mundo lleno de conflictos por la diferencia, la mayor revolución será encontrar aquello que nos une. Este es un ejercicio de escucha profunda, una escucha absolutamente posible. Requiere preguntarse por los miedos, dolores, historias y anhelos de aquellos con quienes estamos en desacuerdo.
Al hacerlo, descubriremos dos cosas: primero, hallaremos la posibilidad de vivir en un mundo diverso en paz. Veremos que el mundo está lleno de oportunidades para crecer y compartir en comunidad. Segundo, al reconocer esto, nos daremos cuenta de lo absurdo que es el sufrimiento causado por estos conflictos. Veremos que cada persona, cada planta, cada animal, ya sea ballena o paloma, piedra histórica o la plaza de nuestro barrio, israelí o palestino, todo lo que nos rodea tiene un valor intrínseco, conectado, análogamente, con el nuestro.
Conclusión
Reconocer que la vida es análoga no solo nos invita a aceptar la diferencia, sino también a buscar la conexión. En tiempos donde la polarización y los conflictos parecen dominar, nuestra mayor oportunidad radica en encontrar esas partes iguales que nos conectan, y desde ahí, construir un futuro más compasivo, más unido y más pacífico.
Con esperanza
Joaquín Escudero
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